Autor: Joan MARGARIT
Género: Poesía
ISBN-13: 978-84-937127-4-7
Editorial: Ediciones Rilke 2010
154 pgs. 14 €
Sin duda Joan Margarit (Barcelona, 1938) es el poeta más celebrado y leído de los últimos años. Arquitecto de profesión, su obra poética se inició a mediados de los setenta y no ha dejado de sumar libros siempre sugerentes y definitivos. Seguramente es en los tonos elegíacos donde Margarit encuentra con mayor facilidad una voz de gran emotividad, siempre rítmica, que emociona al lector por su humanidad y lucidez.
Intemperie recoge la producción más sobresaliente de Margarit. Se trata de una excelente oportunidad de comprobar la evolución de un poeta cuidadoso, certero, siempre sincero en todas sus dimensiones. Margarit, que ganó el premio Nacional en 2008 por Casa de Misericordia y el de la Crítica en 1984, tiene ya la voz de los poetas que serán clásicos porque consiguen conectar con el gran público a la vez que aportar novedades a la literatura.
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EXTRACTO OBRA
Edat roja
Tant de temps per aprendre que fas tard
al gran amor. Que mai no hauràs viscut
cap edat d’or. Les roses de Ronsard
mai no seran perfum en els teus ulls,
i la tardor no les despullarà
de lents pètals als braços de ningú.
Has colgat amb l’oblit tots els miralls
com feien a les cases dels difunts.
No tornaran les dones amb les quals,
per un instant efímer de tendresa,
canviaves els anys de solitud.
Perquè la vida a la tardor és ardent,
en les hores d’angoixa no podràs
estimar ni la dona que has perdut.
Edad roja
Tanto tiempo para aprender que llegas tarde
al gran amor. Que nunca habrás vivido
ninguna edad de oro. Las rosas de Ronsard
nunca serán perfume en tu mirada
y el otoño no las deshojará
de los lentos pétalos en los brazos de nadie.
Cubriste con el olvido los espejos
como se hacía en las casas de los difuntos.
No volverán las mujeres con la que,
por un fugaz momento de ternura,
cambiabas los años de soledad.
Porque la vida es ardiente en otoño,
en las horas de angustia no podrás
amar ni a la mujer que ya has perdido
Els ulls del retrovisor
Ja estem acostumats els dos, Joana,
que aquesta lentitud,
quan recolzes les crosses i vas baixant del cotxe,
desperti les botzines i el seu insult abstracte.
Em fa feliç la teva companyia
i el somriure d’un cos que està molt lluny
del que sempre s’ha dit de la bellesa,
la penosa bellesa, tan distant.
L’he canviat per la seducció
de la tendresa que il•lumina
el buit deixat per la raó al teu rostre.
I quan em miro en el retrovisor,
no veig uns ulls senzills de reconèixer,
perquè hi brilla l’amor que hi ha deixat
tantes mirades, i la llum, i l’ombra
del que he vist, i la pau que reflecteix
la teva lentitud, que és dins de mi.
És tan gran la riquesa que no sembla
que aquests ulls del mirall pugin ser els meus.
Los ojos del retrovisor
Los dos nos hemos ido acostumbrando,
Joana, a que esta lentitud,
cuando, al bajar del coche, apoyas las muletas,
despierte a los cláxones y su insulto abstracto.
Me hace feliz tu compañía,
la sonrisa de un cuerpo tan lejano
de lo que siempre se llamó belleza,
la penosa belleza, tan distante.
Yo la he cambiado por la seducción
de la ternura iluminando el hueco
que la razón dejó en tu rostro
Cuando me miro en el retrovisor
veo unos ojos que no reconozco,
pues brilla en ellos el amor dejado
por las miradas, y la luz, la sombra
de todo cuanto he visto,
y la paz que me da tu lentitud,
tan grande es su riqueza
que no parece míos los ojos del espejo.
Primer amor
En la Girona trista dels set anys,
on els aparadors de la postguerra
tenien un color gris de penúria,
la ganiveteria era un esclat
de llum en els petits miralls d’acer.
Amb el front descansant damunt del vidre,
mirava una navalla llarga i fina,
bella com una estàtua de marbre.
Com que els de casa no volien armes,
vaig comprar-la en secret i, en caminar,
la sentia, pensant, dins la butxaca.
A vegades l’obria a poc a poc,
i sorgia la fulla, recta i prima,
amb la conventual fredor de l’arma.
Presència callada del perill:
vaig amarga-la, els trenta primers anys,
rere llibres de versos i, després,
dins un calaix, entre les teves calces
i entre les teves mitges
Ara, a prop de complir els cinquanta-quatre,
torno a mirar-la, oberta al meu palmell,
tan perillosa com a la infantesa.
Sensual freda. Més a prop del coll.
Primer amor
Triste Girona de mis siete años:
en la posguerra los escaparates
tenían un color gris de penuria.
Y, sin embargo, en la cuchillería
en cada hoja de acero destellaba la luz
como si se tratase de pequeños espejos.
Descansando la frente en el cristal,
miraba una navaja larga y fina,
bella como una estatua de mármol.
Puesto que en casa no querían armas,
fui a comprarla en secreto y, al andar,
la sentía, pesada, en mi bolsillo.
Cuando, a veces, la abría, muy despacio,
surgía, recta y afilada, la hoja
con esa conventual frialdad del arma.
Silenciosa presencia del peligro:
la oculté, los primeros treinta años.
tras los libros de versos y, después,
en un cajón, metida entre tus bragas
y entre tus medias.
Hoy, cerca de los cincuenta y cuatro,
vuelvo a mirarla, abierta en la palma de mi mano,
igual de peligrosa que en la infancia.
Fría, sensual. más cerca del cuello.