EXTRACTO DE LA OBRA:
Cuando algún cervatillo desnortado
desoye los llamados de su madre
de vez en cuando da con un jardín
silvestre en un allende deslumbrante,
y al ámbar del ocaso, harto dorado,
junto a los rayos del astro en bostezos,
aéreos frutos, senda, va siguiendo,
cansado, mas feliz, aventurero.
Es un vergel extraño, ruiseñores
construyen con su trino como niebla,
y alfombran el tupido de la grama
los pétalos que anuncian a la almendra,
y huele el viento sin abajo, arriba,
sin rumbo, sin izquierda y sin derecho,
a la dulzura cruda de la nata
y al pródromo dichoso de un ensueño,
a acebos como intrusos en madroños,
a rosas en el núcleo de un clavel,
al melocotonar que da manzanas
y al cándido jaral hecho laurel,
las malvas se descuelgan telaraña
como entre lianas locas e imposibles,
y lluvias leves de las buganvillas
gotean cual celliscas invisibles,
y salvia, junto a menta y limonero
ajustan apogeo del olfato,
aturden paladar, fomentan gusto
por donde avanza célibe el cervato.
Arroyos de la nieve reguerean
y entraman recovecos y remansos
donde ninfeas, juncos y papiros
al aire de un hechizo dan descanso,
y un álamo espigado y generoso
da sombra a una muchacha de belleza
que no se debe ver, pues que enloquece,
que es Héspere, que acá crepusculea.
“Venado benjamín”, la ninfa llama,
“¿qué es lo que haces aquí, así, tan solo?”,
le allega un rezumar de albaricoque
que chupa con agrado el buen pipiolo,
relimpia aquellas manos de delicia
que luego ella se lleva al sutil cuello,
las perlas afrutadas con los labios
disputan el galón de caramelos.
¡Su voz es tan harpada, tan hermosa!,
con sólo musitar las aves todas
son un ovacionar despendoladas
después de pausas graves, silenciosas,
canarios de lutier magno y lombardo,
jilgueros de alcazaba nazarí,
y cerca está Eriteide, también ninfa
que se columpia en olmos tan feliz.
“¡Qué bambi tan bonito y tan goloso!”,
bromea como su melena al céfiro,
descúbrese lozana la piel blanca
con tan voluptüoso sentimiento
que cuando salta ufana del trapecio
el cérvido cachorro se le acerca,
la dama lo alimenta con caricias
y le concede un beso de inocencia.
El tiempo se ha parado, y mariquitas
trasladan su morada en amapolas
al carrizal do escena emocionante
impera con infancias tan gozosas,
y olvídanse las garzas de pescar,
y las carpas se asoman al Poniente,
y en violas transparentes de un lilar
se posa una falena adolescente,
y olvídase la marta de cazar
y las percas intuyen las estrellas
que, tímidas, a poco se colocan
en sus tronos de mística belleza.
Entre las ninfas el infante en rozo
se arrulla sobre un nido de cantueso,
se ovilla en su feraz y nuevo hogar
y ellas dibujan en trazo el bostezo,
y desde un sauce sale, como un trance,
la hermana que faltaba a la jornada,
que es Egle, fantasía pelirroja
que súmase a la trinca arrodillada.
De pronto el tiempo vuelve como siempre,
el cervatillo díscolo se ha muerto,
las ninfas se convierten en cardales
y el mágico jardín es un desierto.
OBERTURA
Metrónomo, diapasón,
amanece en mi taller,
la guitarra en mi regazo
y en mi mente la mujer,
con la púa entre los dientes,
en las tripas el plumier,
me preguntan el secreto,
yo respondo, ¿cuál va a ser?
Dime, Dios, ¿estás ahí?,
sale el sol, ¿fue por mi fe?,
el ayuno sincopado,
rabia el ámbar por la tez,
gallo, el horizonte, alondra
y la sombra en su esbeltez
me demora en intenciones
urgidas por perecer.
La primera en saludarme
es hoy Circe en su tejer,
mientras zurzo mis minucias
me avasalla sin cuartel,
no recito el vello suave
sino el ruido del quehacer,
tanta paz que hube ganado
se comienza a disolver.
¿Qué no haría a estas alturas
por al tálamo volver,
regresar hacia tu cuerpo
tendido en mi timidez?
Más íntima la nostalgia
deniega su responder
y la umbría solitaria
preludia el anochecer.
La cafetera italiana,
borborigmo sobre el fuego,
matinal bandoneón
con fragancias de un ensueño,
hoy entero un cancionero
saldrá de mi turbio empeño,
como esmero, amaneciente,
que retorna hasta tu lecho,
humo acerbo y cigarrillos en acecho
y pereza y la paloma y el zureo,
y tú misma, juvenil, cantando ufana
un susurro destemplado y veraniego,
fuera tenue la mañana
y algún trino como un credo
en fresca titilación,
que tiritas en silencio,
el camisón y la bata,
la respiración y el cuerpo.
¡Qué sencilla que es la vida y qué apogeo,
rediviva, renacida, como un juego!
Soy fantasma hecho de trazos
que manejas con tus dedos,
que sujetan una taza
y te mesan sibilantes los cabellos,
mientras los ojos alacres
espabilan y entreveran mil reflejos
más allá de los vitrales
de un bucólico aposento,
y un sardónico bulbul y un carbonero
que se esconde en el socaire de algún seto,
y el jilguero en los cardales
del tapial del cementerio,
sale el coche del zaguán
de tu vecino gallego,
y luego un parhelio caldo
es un crisol telonero,
piedra, aldea leonesa,
la bodega y el labriego,
soledad, la vida breve, los recuerdos,
recital enmarañado por el pelo.
Frases de mandolina
arreglo mientras entras en la ducha,
¿cómo suenan las gotas
que surcan tus espaldas diminutas,
resbalan por tus dedos
y pronto son diamantes que deslumbran
a este arrapiezo fato
que en un fado de mármol te disfruta?,
albero de vapor,
la voz que canturrea,
y gira apasionado
tu canto y te despierta
y en tanto me deslizo
entre tus senos breves de locuela
violines hacia el vientre
emprenden nube en la licuada orquesta,
amoratadas flautas
por el cantil del muslo cabriolean,
renace rizo a rizo
un rezo acuátil de placer y terma,
carnal la delación,
una fruición traviesa,
un dardo de candor,
una sensual cadencia;
mas presto el sumidero
me acucia, y amenaza la lujuria,
¿por qué siempre es efímera
la diáfana coral de la Natura?,
misérrima harmonía
que sólo con sonar de suyo ensucia,
quisiera ser inerte
e inope candidez mi tesitura,
luciente admiración,
musitación translúcida,
mucílago callado
cernido en tu blancura.
¡Silencio, sólo tú!,
prosigue el aria, ¡fuera el instrumento!,
se escucha sólo el agua
y bañan nudas coplas los espejos,
melismas andaluces,
sencidas seguidillas y requiebros,
tan sólo melodía;
aficionada, vibras sin libreto.
Amor, ¿cómo te llamas?,
las letras y un borrón,
los ojos y el reflejo
enorme alrededor
de las pupilas limpias,
sin brío ni emoción:
eres un lienzo nuevo,
mandorla un corazón.
Mi vida, ¡di tu nombre!,
escancias con aceites
tus manos adventicias,
y luego con afeites
ingenuos te compones,
te secas los relentes
y te llenas las venas
de sangre incandescente.
Amor, no salgas nunca,
sosiégate aquí dentro,
…